La adolescencia es una etapa de profundos cambios físicos, emocionales y sociales, en la que los y las jóvenes buscan construir su identidad, ganar autonomía y encontrar su lugar en el mundo. En este proceso, no siempre resulta fácil comprender lo que sienten ni entender por qué reaccionan de determinada manera, lo que puede generar confusión, irritabilidad o sensación de incomprensión.
A veces, el malestar no responde solo a los cambios propios de la edad, sino también a situaciones complejas que viven en su entorno: conflictos familiares, acoso escolar, maltrato, rupturas afectivas, consumo de tóxicos, o dependencia hacia las redes sociales, los videojuegos o el teléfono móvil. Todo ello puede afectar a su estado emocional, su autoestima y su rendimiento académico o social.
El acompañamiento psicológico durante esta etapa les ofrece un espacio de confianza y respeto, donde puedan comprender lo que les ocurre, expresar sus emociones sin miedo al juicio y desarrollar herramientas personales para gestionar los cambios y dificultades propias de esta etapa. Asimismo, la terapia también puede orientar y apoyar a las familias, ayudándolas a comunicarse de manera más empática y efectiva con sus hijos e hijas.
En muchas ocasiones, los adolescentes sienten que no pueden expresar en casa lo que les pasa o que sus emociones “no serían entendidas”. La terapia individual les proporciona un espacio seguro y confidencial, donde pueden hablar con libertad sobre sus preocupaciones, pensamientos y emociones. El objetivo es ayudarles a mejorar su autoestima, fortalecer sus habilidades sociales, aprender a tomar decisiones con mayor seguridad y desarrollar autonomía y responsabilidad emocional. También se trabaja la comunicación con la familia, favoreciendo relaciones más sanas y constructivas.
En algunos casos, los conflictos o síntomas que manifiesta el adolescente están relacionados con dinámicas familiares que requieren ser revisadas conjuntamente. La terapia familiar permite mejorar la comunicación, resolver malentendidos y favorecer la comprensión mutua entre los miembros de la familia. El trabajo con los padres y, en ocasiones, con los hermanos, contribuye a restablecer la confianza, reducir la tensión en el hogar y favorecer un entorno emocional estable que facilite el desarrollo del adolescente.
También realizamos grupos terapéuticos orientados al desarrollo de habilidades sociales, donde los y las adolescentes aprenden a relacionarse de forma más segura, empática y asertiva. En estos espacios compartidos se trabajan aspectos como la comunicación, la gestión de conflictos, la autoestima y la resolución cooperativa de problemas, fomentando la confianza y el respeto mutuo entre iguales. El trabajo grupal favorece el aprendizaje a través de la experiencia con otros y contribuye al crecimiento personal y social de cada participante.